19.1.16

Moonage Daydream: De Major Tom a Lazarus


En estos días sobran los tributos al icónico David Bowie. Una infinidad de artistas, periodistas y meros mortales (presente) han escrito sobre la influencia y lo que significó para ellos el aporte artístico de este señorón. Y con toda razón. Bowie demostró a través de una larga y fascinante carrera lo que significa estar en constante evolución. Un consumado artista que hasta sus últimos días (literalmente) no dejó de crear. Esa fascinación por el poco convencionalismo y lo “raro” pero atractivo que nos parecía su propuesta, el periodista Rob Shefield la define mejor:   “He was the most human and most alien of rock artists, turning to face the strange, speaking to the freak in everyone…’’

Bowie también fue de los pocos en lograr un gran éxito comercial sin perder la mística que lo hacía especial. No se le puede definir como un artista underground porque siempre estuvo al frente de los medios masivos; pero más bien parecía un extraño invitado que se “colo” a la fiesta para demostrar cómo debían hacerse las cosas de verdad. En cierta forma, fue el artista de culto más popular de todos los tiempos.

 Ground Control To Major Tom

Aquel David Jones que decidió cambiarse su apellido a Bowie para no ser confundido con el cantante de la entonces popular boy band The Monkees apareció como un artista folk a finales de los sesenta. Cantando sus primeras piezas neo psicodélicas muy acorde al sonido británico de esos tiempos donde bandas como Pink Floyd y T Rex (en ese entonces llamada Tyranosauous Rex) pintaban el undeground londinense con rock espacial y bizarro. Pocos pusieron atención al joven David.

No fue hasta que aparece Space Oddity  con un look más andrógeno que nuestro héroe empieza a despegar. Los tiempos también habían cambiado; el espíritu político de los sesentas estaba muriendo abriendo paso a una nueva década más hedonista, más individual y cruda. Tal vez la respuesta estaba en las estrellas. Aquel Major Tom de Space Oddity; un chaval producto de los “swinging sixties” ahora buscaba horizontes nuevos fuera de lo conocido. Hacia lo inexplorado. El mundo quedo fascinado con este marciano de pelo rojo que con su guitarra acústica nos contaba su historia sobre haberse quedado flotando en el espacio. Poco se imaginaron hasta donde los llevaría el viaje.

Esos horizontes se expandieron aún más con sus siguientes dos discos; The Man Who Sold The World y Hunky Dory. Este último cimento a Bowie como un cantautor inigualable. Audaz desde el manifestó de “Changes” rompiendo los espejos de la melancolía; el drama espacial de “Life on Mars?”, y las estupendas movidas de “Oh You Pretty Things!”. David había llegado para quedarse.

A Lad Insane

El teatro fue también una de sus primeras inclinaciones artísticas. Inclusive formo parte de un colectivo de mimos a finales del 69. El aspecto visual fue clave en potencializar las canciones de muchos de sus discos. Llevando así una revolución que no solo se limitaba al sonido sino también al look. “Glam Rock” le apodo la prensa a esta nueva ola decadente donde los chicos parecían chicas y la música rebalsaba de lujuria y personalidad. 


Estas nuevas divas del rock eran comandadas por artistas de la talla de Roxy Music, Sweet, Marc Bolan y por supuesto Bowie. Ahora convertido en el nuevo mesías del rock n roll con Ziggy Stardust and The Spiders From Mars. Tal vez el disco más notorio de toda su carrera musical. El álbum que finalmente lo subió a la constelación de las grandes estrellas pop. Le trajo su primer éxito comercial con “Starman” y le gano un ejército de fanáticos perdidos en los himnos protopunkosos  de “Moonage Daydream”, “Suffragatte City” y “Ziggy Stardust”. En la misma vena glam, Ziggy tuvo dos secuelas: Aladdin Sane y Diamond Dogs. Pero en la cima del extasis glam, era necesario matar al ídolo y volver a empezar.

Don’t let me hear you say: Life is taking you nowhere

Colaboraciones hubieron muchas para mediados de los setenta. Tanto en su propia música como en la de otros. Lo que Bowie tocaba lo convertía en oro. Escribiendo el máximo hit de Mott The Hopple “All The Young Dudes”, reviviendo la carrera de Lou Reed produciendole Transformer y presentando a Iggy Pop a una nueva generación de locos con The Idiot y Lust For Life. Colaborando en sus propios discos con artistas tan dispares como Rick Wakeman en “Life on Mars?” o coescribiendo canciones junto a John Lennon como la fenomenal “Fame” para su nuevo clásico Young Americans

Este ya era un Bowie diferente, sin maquillaje. Un tipo cool bien vestido; un duke blanco adicto al neo funk de Station to Station. Adicto a la cocaína también. Produciendo música que lo llevaría a ser el primer artista blanco en aparecer en Soul Train gracias al éxito de “Golden Years”; aunque dice no recordarlo por estar perdido en una maleza del diabólico polvo blanco. Entre tanto exceso, era necesario tocar fondo. Era necesario volver a reinventarse.  
A New Career in a New Town

Dejando atrás el ruido, las drogas y la década que estaba por desplomarse; Bowie se instaló en Berlin junto a Brian Eno atraído por los sonidos fríos de un nuevo movimiento musical que tomaba fuerza en el país alemán: el krautrock. Junto a Eno, el productor Tony Visconti, su guitarrista Carlos Alomar y colaborando con Robert Fripp de King Crimson, Bowie construyo dos de su mejores obras en 1977: Low y Heroes. Discos en donde fragmentó su sonido y lo reconstruyó con melodías ambientales, paisajes oscuros y tonos desafiantes.


Un tercer disco de esta etapa; Lodger, aparecería para cerrar la década de los setentas. Una década cuyo sonido Bowie ayudo a definir, convirtiéndose en un maestro de la auto invención una y otra vez, mostrándole al mundo sus mejores cartas.

Put on your red shoes and dance the blues

Con la aparición de MTV a inicios de los ochenta el aspecto visual tomo una nueva forma. El videoclip se convirtió en una extensión de la música.  Bowie inauguro la década con “Ashes to Ashes” (del genial LP Scary Monsters) una canción en donde revisitaba al personaje de Major Tom; ahora un viajero espacial perdido en su locura producto de los excesos. El surreal video lo mostraba  vestido de payaso, caminando desorientado por una playa  mientras imágenes de su pasado lo aturden. Obviamente autobiográfico.

Con la ayuda de Nile Rodgers guitarrista y cerebro detrás de Chic, David edita su disco más comercial y accesible: Let’s Dance cuya canción título se convierte en uno de los singles más significativos de la década ochentera. Dos éxitos más de ese LP: “Modern Love” y la estupenda “China Girl” (original de Iggy Pop) así como su dueto con Mick Jagger del cover de la canción “Dancing In the Streets” terminan de convertir a Bowie en una estrella para la generación MTV. Ahora convertido en un elegante “crooner” con el pelo rubio su música empieza a tomar un matiz más simplón, más bailable, más pop. Pero todos sabemos que esa etapa no iba durar mucho. No cuando sos el camaleón por excelencia. Todavía faltaba que una generación totalmente nueva lo descubriera: la generación X de los noventa.


Black Tie White Noise

Queriendo regresar a una especie de anonimato, David forma la banda Tin Machine junto al guitarrista Reeves Gabriels y edita dos discos bastante sólidos. Regresando a su carrera de solista, los discos Black Tie White Noise y Outside pasan un tanto desapercibidos a pesar que bandas como Nirvana cuyo cover de “The Man Who Sold The World” presentan a Bowie a una nueva generación de chicos. A mediados de los noventa Trent Reznor invita a Bowie de gira junto con Nine Inch Nails y la amistad los lleva a colaborar juntos en el disco Earthling. El videoclip para la canción “I’m Afraid of Americans” se convierte en uno de los más premiados por MTV.

La edad no lo convirtió en un artista melancólico que se dedicaba a cantar sus viejos éxitos; al contrario lo empujó a seguir creando inclusive incorporando nuevos arreglos a viejas rolas. Heathen del 2002 y Reality del 2003 ponen al veterano rockero en las listas de favoritos de esos años. Pero luego vendría el silencio. El largo silencio.

Where are we now?

La siguiente década es marcada por un largo “hiatus” en donde Bowie se dedica a la actuación en cine y colaboraciones esporádicas con artistas del nuevo milenio. Es invitado para aparecer en canciones de Kaiser Chiefs, TV on The Radio y Arcade Fire entre otros. Rumores de su salud solo crecen por el largo periodo en donde no da entrevistas ni conciertos en vivo.

Luego en 2013 reaparece con The Next Day (trabajando de nuevo con Visconti). Musicalmente en forma óptima a sus 67 años, el disco le gana elogios. Recogiendo sonidos de su pasado y mutando melodías nuevas. Hay un tono sombrío en estas canciones. “Valentines Day”, “Love is Lost” y “The Stars (Are Out Tonight)” son reflejo de un sentimiento diferente, introspectivo y bastante más obscuro.

Lo que no sabíamos era que Bowie estaba muriendo. Pero en vez de revelarlo al mundo quiso convertirlo en su última obra maestra. A inicios del 2016 se edita Blackstar y el vídeo de “Lazarus” nos presenta al último personaje en la obra: débil y temeroso con los ojos tapados viendo hacia la oscuridad, hacia la incertidumbre del último viaje (o será el siguiente?). Un final magnifico a una carrera que solo puede ser descrita como monumental.


David Bowie fue un artista incansable, un explorador del arte que vio la vida con un lente muy diferente. Nunca busco gustarle a todos, nunca busco llegar a todo el mundo. El mundo llego a él. Su magnífico viaje encanto a todos los que quisimos escucharle. Siempre fue único, original, raro, un verdadero “outkast”; pero ante todo, nunca renuncio al espíritu de crear. Ni cuando la muerte le tocaba la puerta. Siguió firme en su búsqueda por el siguiente paso hacia territorios nuevos. Donde el arte se acercara al alma. Desde Major Tom hasta Lazarus. Volando más alto. Sorprendiéndonos una y otra vez. (Francisco)

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